Publicado:
15 de enero 2015
Cuando estuve en nuestra casa madre hace dos semanas,
una de las hermanas con quien yo viví en comunidad hace unos cuarenta años me
dijo que iba a tener un procedimiento médico particular más tarde en el curso
de esa semana. Temía que los resultados serían un diagnóstico de cáncer. Ayer
me escribió diciéndome que de hecho fue justo lo que el procedimiento reveló. Esta
mañana esta Hermana publicó las noticias en el tablero de anuncios electrónico
de la Congregación/Asociado, dando la fecha de la cirugía y pidiendo oraciones.
Más temprano hoy le mandé un correo electrónico, e incluí
esta nota de agradecimiento prometiendo ofrecerle mis oraciones.
Le quiero dar las gracias por compartir sus noticias
con nosotras. Yo sé que la privacidad es una palabra que se emplea mucho, y
muchas veces yo pienso que alguna distorsión de su significado nos aísla la una
de la otra. Cada una de nosotras tiene el derecho de decidir qué y cuánto
queremos compartir con cualquier persona o grupo. El compartir sus noticias me
permite a mí y a tantas más Hermanas y Asociados que la conocen y la aman acompañarla
más estrechamente y de manera significativa en este camino. Profundiza nuestros
lazos de comunidad y hermandad.
Muchísimas gracias.
La privacidad es muy valorada en nuestra cultura.
Además si somos proveedores de atención médica, los aspectos legales de
privacidad protegidos bajo HIPAA* entran en acción y limitan rigurosamente el tipo de
información que se puede divulgar y a quien se le puede dar. Conste que las obligaciones
legales de HIPAA obligan a los proveedores de atención médica y no a los
parientes o amigos. Lo que obliga las acciones o las palabras de familiares,
amigos o cualquier otra persona que no sea proveedor de atención médica es el
derecho de la privacidad de la persona afectada. Las personas que no son
proveedores de atención médica han honrado desde siempre la privacidad como
cuestión ética muchos eones antes que HIPAA lo hubiera soñado.
Como directora de un centro de retiro de vida
independiente, me acuerdo de una situación de emergencia que implicaba llamar a
una ambulancia a la cabaña de uno de los residentes. Cuando la ambulancia se
retiró, uno de los residentes vecinos vino de su cabaña para preguntar que le
había pasado a “Fred.” Por supuesto no podía darle ninguna información; el
residente lo comprendía. Ese hecho particular resultó en la hospitalización de
Fred durante algún tiempo. Cuando él regresó a casa, los residentes se
reunieron con él alrededor de la mesa en el comedor, mucho después de que los
platos fueran retirados, para compartir buena conversación y para expresar su
gratitud por haber regresado a casa. Fue una expresión de comunidad.
Mientras se honran ambos, las restricciones legales
de HIPAA y el derecho ético a la privacidad, hay medidas proactivas que se
pueden tomar en situaciones vinculadas con el cuidado de la salud que
profundizan en los compromisos de compasión, comunidad y amistad.
Lea sobre eso mañana.
*Si quiere saber más sobre HIPAA, la Ley de
Portabilidad y Responsabilidad de los Seguros de Salud, vaya aquí
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