Wednesday, June 7, 2017

Palabras

Publicado: 6 de abril 2015
©Imelda Maurer, cdp     ilmcdp@yahoo.com

Salió una carta escrita por un médico, un geriatra, al jefe de redacción en la edición del 6 de abril en el periódico el New York Times.  La carta del Doctor Barry Farkas se refiere a un artículo de fondo que se publicó previamente en el NYT sobre adolescentes que enfrentan la muerte y el tener una opinión de cómo quieren vivir esos últimos días y semanas. El Doctor Farkas deja muy claro: “El lenguaje es tan poderoso que no sólo refleja lo qué y  el cómo pensamos las cosas, sino también dirige lo qué y el cómo pensamos las cosas.”

He escrito anteriormente en este blog sobre el poder de lenguaje y la certeza que si cambiamos nuestras palabras podemos cambiar la cultura. Un ejemplo evidente de cómo la cultura más amplia reconoce profundamente la doble función de palabras (ambas en reflejar y construir nuestros conceptos) que es totalmente inaceptable bajo ninguna circunstancia usar la “palabra n” (un término despectivo cuando es referente a personas negras).  Todo está muy bien.

En nuestra sociedad donde la discriminación por razones de edad está tan profundamente arraigada en la cultura que no la reconocemos, nos cabe subrayar a examinar las palabras que utilizamos cuando hablamos de la discriminación por razones de edad, personas mayores y los servicios para las personas de la tercera edad. Veamos unos términos que todavía se utilizan demasiado frecuentes en las comunidades de servicios para las personas mayores.

Si usted necesita servicios de apoyo, ¿quiere mudarse a una comunidad que proporciona esos servicios, o quiere ser ingresada? Evidentemente, nos ingresamos a una institución: un hospital, una universidad, la profesión jurídica (se ingresa en el Colegio de Abogados). Si queremos que nuestro hogar para el cuidado de personas mayores discapacitadas sea realmente un HOGAR, ¿ingresamos a los nuevos residentes o les ayudamos a mudarse?

En muchas residencias de ancianos, las comidas se preparan por el departamento dietético. ¿Qué pasaría si en cambio dijéramos  servicios alimentarios? La comida ya sabe mejor, y la hora de comida ya parece ser más como el acto social, el cual debería ser verdaderamente una experiencia culinaria.

Si una persona en una residencia para personas mayores necesita ayuda con las comidas, ¿se reconoce mejor la dignidad de esa persona describiéndola como a una persona que necesita alimentación o como Sharon, que necesita ayuda con sus comidas?


Los hogares para el cuidado de personas mayores discapacitadas surgieron en nuestro país  de dos instituciones preexistentes: los hospitales y hospicios del condado. Gawande aborda bien esta realidad histórica en su libro, SIENDO MORTAL.  Es tiempo de trasladar el pensamiento donde el hogar para el cuidado de personas mayores discapacitadas se convierta de una institución a un HOGAR. Una manera de poner en marcha ese traslado es de escoger nuestras palabras deliberadamente porque “El lenguaje es tan poderoso que no sólo refleja lo qué y el cómo pensamos las cosas, sino también dirige lo qué y el cómo pensamos las cosas.”

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